Toda guerra es una tragedia: no existe otro escenario donde se refleje con tanta claridad el nivel de brutalidad que puede alcanzar el ser humano. La evolución de la especie todavía no nos ha permitido llegar a una instancia donde la violencia no sea considerada como una herramienta válida para la resolución de conflictos.
Un enfrentamiento bélico arroja ganadores y perdedores, pero está lejos de ser una competencia deportiva. La muerte se vuelve cotidiana y las catástrofes se suceden unas a otras sin pausa. Sin embargo, también hay lugar para los valores positivos y para el despliegue de habilidades que, en este contexto tan particular, resultan dignas de admirar.
Por eso, si analizamos cómo se desarrollaron las campañas militares más importantes, qué estrategias se diseñaron y cuáles fueron las tácticas que se plasmaron en el campo de batalla, es posible reconocer las cualidades de diferentes líderes. Son muchas las personas que, atendiendo a estas cuestiones, suelen debatir acerca de quiénes fueron los mejores generales de la historia.
Nombres como Napoleón Bonaparte, Alejandro Magno, Julio César y Gengis Kan aparecen con frecuencia en este tipo de ranking gracias a sus proezas. El modo de dirigir a sus soldados, su capacidad para la toma de decisiones y la incidencia de sus acciones son algunos de los aspectos que sitúan a estas personalidades en los primeros puestos de los listados que enumeran a los generales más importantes de todos los tiempos.
La discusión está abierta. El pasado es rico en contiendas sangrientas: lo deseable sería que no emerjan nuevas figuras por sus méritos con el fúsil en la mano, sino que la paz se imponga en cada rincón del planeta.